Quiere decir que debe contener las cantidades de alimento que le
permitan moverse, crecer, sentir, pensar, mantener energía de
reserva y conservar la salud, todo esto en grado óptimo.
Aun cuando el organismo cuenta con mecanismos especiales para
compensar pérdidas cuando se ve sometido a privaciones, o a
eliminar los excedentes cuando se le suministra en demasía,
esto sólo sucede dentro de ciertos límites variables para cada
individuo y, cuando una de estas posibilidades es acentuada o
prolongada, es fácil llegar a la desnutrición o a la obesidad.
A veces los adultos pueden olvidarse de que la capacidad del
estómago y las necesidades propias de los niños son diferentes
de las de ellos, lo que da por resultado que les sirvan las
mismas cantidades que pondrían para si mismos.
Existen épocas de crecimiento rápido, siendo una de las más
ostensibles la adolescencia, en donde las necesidades de
alimentarse abundantemente son muy aparentes.
También los requerimientos nutritivos aumentan cuando se
practican deportes que requieren un consumo importante de
energía; sin embargo, es el apetito el que naturalmente marca
las necesidades y cuando los padres juzgan que los hijos que
realizan grandes esfuerzos necesitan mayores ingresos
alimenticios, fácilmente pueden equivocarse si tratan de
influir que coman más.
Durante la convalescencia de algunas enfermedades y también al
verse libres de la tensión nerviosa que les producen los
conflictos familiares o escolares, pueden requerirse por breves
periodos, cantidades anormalmente grandes de algunos alimentos y
es el interesado quien debe decidir lo que quiere comer, aunque
será preferible limitar los excesos de carbohidratos, ya que pueden
ser necesidades mas del gusto y no precisamente demandas del organismo.
Existen familias con hábitos caprichosos de alimentación, en las que
cada miembro hace notorio su rechazo por los platillos que no le
gustan o que cree que le hacen daño y, como los niños menores se dejan
influenciar fácilmente por los mayores y por los adultos, terminan por
limitar sus comidas, aceptando únicamente unos cuantos alimentos, con
frecuencia mal escogidos. El niño que cae en desnutrición es pasivo,
indiferente y fácilmente irritable, lo que hace que hasta sus madres
sientan predilección por otros niños o no los toleren mucho.
Los bebés gorditos llaman mucho la atención y antes de cumplir el primer
año son motivo de admiración: ¡Qué bien está tu hijo! ¿Qué le das de
comer? ¿Quién es su pediatra? Después del primer año, este tipo de
comentarios va siendo cada vez más frío y menos frecuente hasta que
llega el momento en que tanto la niña como el niño obesos, en lugar de
admiración... causan pena ajena.
El cuerpo humano no puede tolerar por largos periodos, deficiencias de
algunos de los nutrientes, la menor tolerancia es para el agua, otras
privaciones son toleradas por mayor tiempo como en el caso de las
proteínas, en las que las manifestaciones de carencia se van presentando
poco a poco hasta terminar haciendo daño, como quiera que sea, para lograr
un equilibrio armónico en el crecimiento de los niños y niñas se hace
indispensable que no existan carencias de ninguno de los nutrientes
esenciales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario